Elogio del despilfarro
La Opinión de Tenerife, 28 de diciembre de 2005
Quiere ser éste un artículo de elogio al despilfarro, de apología del consumo a manos rotas, panegírico del derroche a espuertas, que alcanza su máximo exponente en estas Navidades de la Cosa.
Pretende ser éste un artículo contra natura (o pro natura, según se mire) porque por una vez me quiero erigir en paladín del jaranero dispendio y adalid del feroz consumismo, que no es otra cosa que la máxima expresión del “yo social”, así como la orgía es la máxima expresión del “yo sexual” o la malversación, la del “yo político”.
Me gustaría desearles a todos los lectores de esta columna una feliz Navidad llena de antropófagas deudas, facturas impagables y desfondadas tarjetas de crédito. So pena del mayor de los escarnios, los conmino a que saquen fuera ese deseo irrefrenable por gastar que lleva oculto todo ser humano bajo el forro de los bolsillos y lo dejen fluir libremente por esos abarrotados pasillos de los centros comerciales.
Ya yo estoy en ello. No lo puedo evitar. A comprar no se puede ir con estreñimiento. La lavativa capitalista puede resultar fatal (peor el remedio que la enfermedad). Yo, particularmente, poseo un genio interior que me obliga a echar mano a la cartera y blandirla alegremente por esos comercios de Dios como en un Pentecostés consumista.
Por estas fechas, no veo la hora de que me ingresen la paga extra para pulírmela en un asalto al centro comercial de turno. Me levanto tempranito por la mañana y allí estoy yo, el primero, antes de que abran el gran portalón del castillo, dispuesto a desfacer el entuerto de los molinos del consumismo, que en realidad no son más que gigantes con pies de barro.
Desde esta columna los animo a todos a que gasten sin atolondramiento. Compren todo lo que puedan y lo que no puedan también. Fúndanse el disponible, la paga del 25 de julio y la pensión del porvenir con lo que se les antoje o venga en gana. Dense el gusto de comprar aquello que siempre soñaron. No sean pusilánimes.
Tampoco sean agarrados. Colmen de regalos a sus amigos y familiares. Esperan lo mejor de usted por estas fechas. ¿Acaso no nos pide la sociedad actual que consumamos sin parar? Pues ale, todo el mundo a gastar.
¿Que no tiene usted un duro? ¿Que el cajero le escupe el mensaje “no sea ridículo” cada vez que mete la tarjeta para consultar el saldo? ¿Que en el banco suenan las alarmas cada vez que cruza la puerta? Da igual. Eso es lo de menos.
Compren y no hagan caso de esas menudencias. Simplemente digan al pasar por caja que en el anuncio de la teletrofia ponía que era para empezar a pagar dentro de seis meses y que para entonces ya habrán cumplido la mitad de la condena (con carácter retroactivo).
La verdad de esta sociedad consumista en que vivimos está ahí afuera esperando. No desperdicien la ocasión de ser felices.