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Complejo de Edipo vs graofilia


Blog oficial de Cristo Hernández

Toda religión se distingue por como trata la sexualidad.

En general, podríamos concluir que en las religiones politeístas se folla mucho más que en las monoteístas, del mismo modo que en las culturas laicas se debería follar mucho más que en las pías por esa extraña relación, inversamente proporcional, entre sexo y religión.

La Mitología Clásica (griega y romana) es un corolario claro, casi perfecto, de que cuantos más dioses tenga un sistema religioso, más propenso es ese sistema a la promiscuidad y al rollete masivo.

A estas alturas de la peli porno de nuestra vida, no hay que demostrar que el sexo juega un papel muy importante (por activa o por pasiva) en el contrito devenir de los seres humanos por el picadero de la vida.

Podríamos decir que la ausencia o presencia del sexo define el carácter de todo bicho viviente que se considere racional. Los dioses de la Mitología Clásica se caracterizan precisamente por su carácter antropomórfico, es decir, su forma física y su comportamiento son humanos.

Partiendo de este hecho, podemos realizar un estudio de la Mitología Clásica utilizando el sexo como objeto de análisis, a la manera de Freud que basó sus teorías psicoanalíticas en el estudio del subconsciente del individuo y de sus sueños, defendiendo que muchos de los problemas psicológicos proceden de una represión de la libido o deseo sexual.

El neurólogo y filósofo austriaco es autor de ese complejo psicológico, tan griego, que es el Complejo de Edipo, según el cual el niño entre los tres y cinco años (etapa fálica) manifiesta una serie de sentimientos amorosos hacia el progenitor del sexo opuesto y hostiles hacia el progenitor del mismo sexo.

Carl Jung, psiquiatra y filósofo colaborador de Freud en sus comienzos, como pionero de la Psicología Profunda matiza el concepto de su colega y propone el término Complejo de Electra para el caso concreto de la mujer, utilizando el nombre de otra heroína griega.

En resumen, y según la teoría freudiana, el niño se enamora de su madre al igual que hizo Edipo, héroe griego, con Yocasta, su madre.

Sin embargo, existe un mal planteamiento mitológico de este complejo de la mente humana, pues quienes de verdad hemos leído, entre otros trágicos, a Sófocles (autor de esa magistral trilogía dramática sobre la estirpe del desgraciado rey tebano) sabemos que éste no se enamoró de su madre, sino de una señora desconocida, mucho mayor que él, la cual al final va a resultar, por giros del destino, que era su madre.

Recién nacido, Edipo fue abandonado junto a un río porque un oráculo había predicho que el hijo fruto de la relación entre Yocasta y Layo, su padre, se convertiría en parricida.

A Edipo lo recogió una familia de campesinos y con el paso del tiempo se enteró de que era adoptado y, hecho un pimpollo, se marchó en busca de sus verdaderos progenitores. Con tan mala fortuna que en un cruce de caminos se topó con Layo y, tras una desafortunada discusión con su desconocido padre por un ceda el paso, lo mató.

Edipo continuó su camino hacia Tebas y a la entrada de la ciudad se topó con la Esfinge, un monstruo que asolaba la ciudad devorando a todos los caminantes que no eran capaces de resolver un enigma que la bicha les proponía.

Edipo resolvió el enigma (¿Cuál es el animal que cuando nace se desplaza a cuatro patas, luego a dos y en los últimos momentos de su vida a tres?) y se convirtió en rey de Tebas como recompensa. Pero el premio gordo incluía casarse con la viuda del anterior rey. O sea, Yocasta.

Edipo no lo duda, se casa con ella y con el tiempo descubre la verdadera identidad de su esposa, hecho que da lugar a una serie de catastróficas desdichas: Yocasta se suicida y Edipo se arranca los ojos y abandona Tebas dejando tras de sí un rastro de hijos que podrían ser, además, sus hermanos, primos o sobrinos. Un verdadero follón.

De modo que en la trágica historia de Edipo y Yocasta lo que tenemos, en realidad, no es un caso de complejo de Edipo, sino un evidente síntoma de graofilia (del griego graos, ‘vieja’, 'anciana'), es decir, esa conducta sexual que consiste en la atracción que siente un tío joven por una mujer mucho mayor, que podría ser su madre.

La Mitología Clásica, y en particular la griega, es un campo de cultivo de numerosas conductas sexuales, muchas de ellas patológicas, que es cuando el deseo sexual se vuelve enfermizo. Parafilias, utilizando otro palabro griego. Sobre ellas penetraremos hasta el fondo sin miramientos profilácticos en futuras entradas de este blog.

En la Mitología Clásica encontramos abundantes ejemplos de conductas sexuales como el incesto, la homosexualidad, la pederastia, la satiriasis, la ninfomanía, el vouyerismo, el travestismo, el narcisismo, la zoofilia, la necrofilia, la urofilia o lluvia dorada, el masoquismo, el bondage o esclavitud, el sadismo... Y un largo etcétera de parafilias que no colman el orgasmo de este punto y final.

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